PILAR GARCÉS Lo poco agrada y lo mucho cansa. Lo dice la sabiduría popular y lo suscriben sin dudar los directores de las múltiples revistas del corazón que en España no entienden de crisis. De esa manera, una fotografía de la prolífica Ana Obregón en bikini no renta gran cosa, mientras que una igual pero de Letizia daría alimento al cuché durante semanas. La imagen de los esquivos Penélope Cruz y Javier Bardem con su bebé posando como una familia feliz no tiene precio, mientras que la misma de Bea la Legionaria resulta de lo más asequible. La instantánea que confirmase la relación amorosa de Shakira y Gerard Piqué debía valer un potosí, pero su cotización se ha desplomado en cuestión de días como si la hubiese sacado con su propio teléfono móvil el presidente de Lehman Brothers, ¿qué ha ocurrido? Que se prodigan demasiado. Que desde que decidieron contar su amor a los cuatro vientos parecen una «wakaventosa» de dos cabezas. Que se han vuelto hasta cargantes. Hacen bien, qué demonios, para eso es primavera y estábamos hartos de ver los palcos principales llenos de gente que se ha tragado un paraguas y que no se inmuta ni cuando marca Messi, ni cuando marca Cristiano, para no molestar al contrario.
Con gran inteligencia, los novios blaugranas, que han desbancado a base de ósculos reiterados a la estirada y «cool» pareja Carbonilla (Sara Carbonero e Iker Casillas) en el ranking de nuestras preferencias cotillas, están saturando el mercado de material gráfico relativo a su romance y, además, baratito, de acceso universal. Primero lo regalaron en sus páginas personales de las redes sociales y ahora lo entregan generosamente con la excusa de cualquier partido de fútbol. Con ello consiguen dos cosas: vivir su vida sin el agobio que da el secreto y rebajar el interés sobre su privacidad, con la vista puesta en un verano algo más relajado. Porque ¿hasta cuántas veces estamos dispuestos a ver a la cantante y al futbolista besándose locamente? ¿Y a pagar por la misma noticia y la misma instantánea succionadora? La bella Elle Macpherson ha veraneado durante años en una preciosa casa de Eivissa muy accesible para los paparazzi. En lugar de plantar setos alrededor de su perímetro y fastidiar la estética del conjunto lo que hace la top-model internacional es salir a la terraza cada día con el mismo bikini, el mismo pareo y el mismo sombrero vaquero. De este modo, todas las fotos que se le pueden hacer son idénticas, el día de la marmota para el fotógrafo que la persigue y una ruina económica al final de la semana. Inmutabilidad disuasoria, en una palabra. Una prueba de resistencia. Una foto vendida y hay que buscar nuevos caladeros porque éste se ha agotado.
Shakira y Piqué, en fin, se quieren, se adoran y se comen a besos cada vez que pueden, apasionados en la alegría de ganarle al Osasuna y en la pena de perder contra el Real Madrid. Más allá de los anónimos barridos de siempre en las gradas, los realizadores del fútbol han empezado a enfocar al palco con asiduidad para pescar a la cantante colombiana sufriendo o gozando; una pequeña revolución, pues ya no sólo vale exteriorizar las emociones en el terreno de juego y a base de patadas. Ya verán qué pronto se suma alguna otra pareja merengue y se monta una competición de campeones del amor. Qué maravilla. Bienvenidos a la nueva quiniela del corazón.
Shakira y Piqué por doquier
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