La condición de personaje público lleva aparejada una restricción de hecho en los márgenes de la intimidad personal consagrada como un derecho por el artículo 18.1 de la Constitución. Pero incluso en estos casos hay márgenes que no se pueden traspasar, sobre todo cuando la vulneración de tal derecho se produce abusando de relaciones que conllevan la obligación de confidencialidad y se traducen en intentos de chantaje.
A diferencia de esos famosos que han hecho de su fama una forma de vida, Shakira Isabel Mebarak Ripoll y Gerard Piqué Bernabéu son famosos por la excelencia que han alcanzado en el desempeño de sus profesiones, ella como estrella del pop rock latino y él como uno de los mejores centrales del fútbol mundial. Que se sepa, a diferencia de otros, no han mercadeado nunca con su vida privada. Por el contrario, Shakira se ha destacado por poner su celebridad al servicio de causas filantrópicas, como la ayuda a los niños más desfavorecidos.
El robo de imágenes íntimas transgrede por sí mismo todos los márgenes, pero adquiere una dimensión de ética social cuando quien así delinque intenta utilizar a los medios de comunicación de forma tendenciosa para incrementar la cuantía del rescate, del que la mayor tajada suele ir a parar al bolsillo de algún intermediario sin escrúpulos.
Once años trabajando para alguien son demasiados para descubrir de pronto que el primer apellido de Shakira solo es una palabra sin contenido. Mebarak significa en árabe “agradecida”. A la vista del waka-chantaje, Divier y Maritza no aprendieron en ese tiempo que de bien nacidos es ser agradecidos.
Fuente: Interviú
El ‘Wakagate’
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